02 Ene Vivir sin apego
A veces tenerle miedo a las emociones, dejarse llevar por ellas, es algo que no podemos evitar o al menos algo que creemos que nos arrastrará irremediablemente. Pero sí que hay remedio. A través del silencio, del pararse, observar y esperar, podemos llegar a darnos cuenta de que todo es pasajero: un pensamiento, un sentimiento, una sensación. Tanto agradable como desagradable.
Así lo describe Pablo d’Ors en su libro ‘Biografía del silencio‘:
En la meditación he aprendido – estoy aprendiendo- que nada es más fuerte que yo si no me apego a ello. Por supuesto que las cosas me tocan, los virus me infectan, las corrientes me arrastran o las tentaciones me tientan; por supuesto que tengo hambre si no como, sed si no bebo, sueño si no duermo; por supuesto que soy sensible a la caricia de una mujer, a la mano extendida de un mendigo, al lamento de un enfermo o al grito de un bebé. Pero una vez tocado e infectado, tentado o arrastrado, una vez enamorado o afligido soy yo quien decide -como señor- cómo vivir esa caricia o esa bofetada, ese grito o ese gemido, como reaccionar a esa corriente o responder a ese reclamo. Mientras pueda decir «yo», soy el señor; soy también criatura, desde luego, pero tengo una conciencia que, sin dejar mi condición de criatura, me eleva a un rango superior.
Sin comentarios